Que la lavadora es un electrodoméstico básico y sin secretos es solo un mito. Tiene su misteriosa tapa, sus símbolos de lavado en clave, y a la hora de usarla correctamente, hay más factores a tener en cuenta de lo que parece. Yo mismo la estaba utilizando mal, y en verano la situación empeoraba. El fabricante lo tiene claro: hay una forma correcta de usarla.
Como ya he comentado, en verano, al vivir en un piso donde los 30 °C en el interior se alcanzan con facilidad, la zona donde está instalada la lavadora —una terraza cerrada— se convierte en un pequeño invernadero. Y la lavadora, en una auténtica sauna. El tambor permanecía constantemente húmedo, hasta que empecé a seguir estas instrucciones.
Adiós humedad y moho

Muchas personas, tras sacar la colada, tienden a cerrar la puerta de la lavadora por costumbre o para mantener el espacio más despejado. Sin embargo, este gesto es contraproducente. Aunque el ciclo de lavado haya finalizado, el interior del tambor aún conserva humedad, y al no permitir la ventilación, se crea un entorno propicio para la aparición de moho y bacterias, lo que a largo plazo puede afectar tanto al funcionamiento como a la higiene del electrodoméstico.
Y eso hacía yo. Después de cada lavado, solía dejar la puerta cerrada total o parcialmente. En invierno, con el frío, los efectos no eran tan evidentes, pero en verano esto favorece la acumulación de humedad en el interior, lo que puede derivar con el tiempo en la aparición de moho, malos olores y daños en la junta de la puerta.
Por eso, el fabricante recomienda dejar la puerta de la lavadora abierta después de cada uso. Esto permite que el aire circule, el tambor se mantenga seco y se evite así la aparición de moho, olores desagradables y posibles daños en las gomas. De hecho, es un consejo que se incluye incluso antes del primer uso del electrodoméstico.

“Dejar abierta la puerta de carga para que la lavadora pueda secarse por dentro”.

Si la lavadora acumula moho u hongos, no solo generará malos olores que se transferirán a la ropa, sino que también afectará su rendimiento, aumentando el consumo de agua y electricidad. Con el uso continuado, la colada saldrá con olor desagradable en lugar de fresca, lo que obligará a repetir los lavados para intentar solucionar el problema.
Cuidado de las gomas y otros aspectos
Además de dejar la puerta abierta tras cada uso, también presto especial atención a la limpieza de las gomas, ya que en esta zona de la puerta tienden a acumularse humedad, restos de suciedad e incluso moho si no se limpia con frecuencia.
Para hacerlo de forma segura, sigue estos pasos: desenchufa la lavadora y ponte guantes. Prepara una mezcla de vinagre, agua y bicarbonato, y frota la goma con cuidado utilizando un paño o una bayeta. Luego, aclara bien y seca con un trapo limpio. No olvides revisar también la parte trasera de la junta y asegurarte de que quede completamente seca después de cada lavado, para evitar la humedad persistente.
También es recomendable desinfectar el tambor. Para ello, vierte una taza de vinagre directamente en su interior y realiza un ciclo de lavado a alta temperatura sin ropa. Así eliminarás restos de detergente, cal y posibles bacterias. Si persiste el mal olor, puedes repetir el proceso realizando un aclarado adicional, utilizando nuevamente vinagre o bicarbonato en lugar de detergente.
No descuides tampoco la limpieza del cajetín del detergente y suavizante. Se recomienda hacerlo cada pocos meses para evitar la acumulación de residuos secos o pegajosos. Además, conviene revisar el filtro de desagüe, situado en la parte inferior tras una tapa. Este filtro recoge pelusas y otros residuos, y debe limpiarse cada 3 o 4 meses (según el uso) para prevenir obstrucciones, malos olores y un desgaste prematuro del aparato.
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